La realidad –todo lo que somos, todo lo que nos envuelve, nos sostiene
y,
simultáneamente, nos devora y alimenta–
es más rica y cambiante, más
viva, que los sistemas que pretenden contenerla.
A cambio de reducir la
rica y casi ofensiva espontaneidad de la naturaleza
a la rigidez de
nuestras ideas,
la mutilamos de una parte de sí, la más fascinante:
su
naturalidad.
...
...
No quiero decir, naturalmente, que la técnica sea el conocimiento.
Pero
aun cuando sea imposible extraer de todo conocimiento
una técnica –o
sea:
un procedimiento para transformar la realidad–
todos los
conocimientos son la expresión de una sed de apoderarnos,
en nuestros
propios términos y para nuestros propios fines,
de esa intocable
realidad.
*